Dos perros golden retriever en un lago

Adoptar a un perro puede ser una experiencia muy gratificante.

Y abrumadora, a veces.

Cuando llevas a un perro adulto a tu casa, tienes que contar con que, además, te llevas también su equipaje.

A menudo, con tiempo y comprendiendo a tu nuevo amigo, ese equipaje apenas tiene relevancia en su nueva vida.

Pero otras veces puede llegar a ser realmente pesado.

Eso le pasó a Rick Sawyer.

Después de meditarlo, decidió que quería compartir su vida con un perro.

Así que acudió a un refugio local a encontrar a su nuevo amigo.

Después de mucho pensarlo, porque por desgracia había muchos candidatos disponibles, su corazón le dictó a quién llevarse.

Eligió un Golden retriever de mirada franca y algo triste.

Un perro tranquilo, atento, juguetón y leal, que pronto se adaptó a su nueva vida.

Rick estaba muy contento, aunque había un detalle que no sabía cómo enfocar.

Y es que, al llegar la noche, el perro se quedaba junto a la valla que había puesto en la puerta del dormitorio.

Y desde allí, pasaba la noche observándole.

No es que estuviese un rato, y luego se echara a dormir lo más pegado posible a la puerta, no.

Es que se tiraba la noche vigilando a su nuevo humano.

Rick pensó que igual era pronto para que su amigo se sintiera cómodo, y que al estar en un lugar que aún no era su hogar, no descansaba.

Pero pasaron las semanas, y la conducta persistía.

Entonces Rick creyó que Terry, que así se llamaba, necesitaba salir más, hacer más ejercicio.

Así que dedicó todo su tiempo libre a Terry.

Salían más, y jugaban mucho juntos.

Terry estaba muy contento con tantas atenciones, pero no desistió.

La inquietante vigilancia nocturna persistía.

Rick empezaba a preocuparse de verdad, por lo que llevó a Terry al veterinario.

Tiene que ser alguna enfermedad”, pensaba.

Pero en la clínica no encontraron nada físico que justificase aquella conducta, y el veterinario no supo darle una explicación.

Rick volvió a casa, abatido y perplejo, mirando a Terry y preguntándole

“¿Por qué haces eso, chico? ¿Qué intentas decirme?”

Finalmente, a Rick se le ocurrió acudir al refugio donde adoptó a Terry, para preguntar por su pasado.

Y allí obtuvo la respuesta que buscaba.

Al parecer, la anterior familia de Terry tuvo un bebé, y decidieron que el perro sobraba.

Pero no tuvieron el coraje de llevarlo al albergue y marcharse, no querían tener que enfrentarse a su mirada triste y acusadora.

No querían traicionarle de frente.

Así que le llevaron al refugio mientras dormía.

Por lo que Terry se fue a dormir en su hogar, con su familia de siempre.

Y despertó en un lugar desconocido y extraño, rodeado de gente ajena.

Así que parece que había decidido que eso no volvería a ocurrir.

Rick se entristeció mucho, pero ahora podía ayudar a Terry a sentirse seguro.

Quitó la valla de la puerta de su dormitorio, y le permitió subir a la cama.

Y poco tiempo después, Terry ya dormía relajado toda la noche de un tirón, manteniendo el contacto con su nuevo humano.

Igual es que muchas de las conductas de los perros no se deben a un problema de mala educación, ni de jerarquías, ni de que necesite más adiestramiento o saber quién manda.

A menudo es una cuestión de confianza.

La confianza de Terry se había roto. Y la de otros muchos perros, también.

Es algo difícil de arreglar, la confianza rota.

Pero es fundamental para que la relación con un perro fluya, y la convivencia sea agradable para todos.

Y necesaria, si nos preocupan ciertas conductas.

Puede que la de tu perro esté dañada porque con toda tu buena fe seguiste consejos que no tenían en cuenta este aspecto.

O que tu perro, como Terry, ya la tuviera dañada cuando entró en tu vida.

Pues una buena manera de recuperar la confianza de cualquier perro es darle lo que necesita, cada día, de modo constante, y dejarle claro que puede contar contigo, siempre.

Como hizo Rick con su nuevo amigo.

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